Estafa tecnológica en el examen de conducir: el caso de Como que revela mucho más
Las formas de hacer trampa en los exámenes evolucionan con la tecnología: microauriculares, smartphones ocultos, conexiones inalámbricas. Pero en Como, una observación atenta y una llamada al 112 bastaron para frustrar los planes de un ciudadano filipino de 37 años, residente en Milán, que intentaba conseguir el carnet de conducir con métodos poco ortodoxos. Acabó denunciado en libertad por violar el artículo 1 de la Ley 475 de 1925, que sanciona a quien se apropia o se beneficia de las capacidades ajenas en exámenes o concursos.
Hacia las 12:30 de una mañana de finales de abril, un examinador del centro de la Motorización Civil de Como observó comportamientos sospechosos durante la prueba teórica: un candidato manipulaba extrañamente un objeto cerca del monitor. Tras comprobar que se trataba de un teléfono móvil, no dudó en llamar al 112. La policía intervino rápidamente, localizó al sospechoso y descubrió que, además del teléfono, llevaba un auricular diminuto, probablemente conectado a un cómplice en el exterior.
En la comisaría, entre procedimientos y confesiones, el hombre explicó que había pagado unos 4.000 euros a un intermediario paquistaní conocido en la provincia de Milán. A cambio, recibió un "kit de audio" muy sofisticado y un móvil con instrucciones precisas para aprobar el examen sin estudiar. La inversión no solo fue inútil, sino que lo llevó directamente a una denuncia penal.
Una ley con historia, pero todavía vigente
La Ley 475 de 1925 nació para impedir fraudes en exámenes escolares y universitarios. Con el tiempo, su aplicación se amplió a otras pruebas de habilitación, como los exámenes de conducir. A pesar de tener casi un siglo de vida, la ley sigue vigente: basta con tener la intención de hacer trampa y contar con un dispositivo para entrar en conflicto con ella.
El caso de Como demuestra que esta norma no es una reliquia jurídica, sino una herramienta viva para proteger la equidad. No es necesario haber completado el examen: la sola posesión del equipo y la voluntad de hacer trampa son suficientes para ser denunciado.
Tecnología útil, pero también peligrosa
La digitalización ha transformado el aprendizaje: aplicaciones, simuladores, plataformas online. Pero también ha abierto nuevas puertas al engaño. Las Motorizaciones y centros de formación han respondido con escáneres de detección, inspecciones visuales más estrictas y personal entrenado para detectar movimientos sospechosos. Aun así, es la atención humana la que sigue marcando la diferencia: el examinador de Como actuó con rapidez y decisión.
Casos similares se han registrado en otros contextos: exámenes universitarios en streaming con cámaras ocultas, concursos públicos con ayuda remota. La lucha contra el fraude no es secundaria: es la única garantía de que las certificaciones y títulos representen verdaderamente las competencias.
Lecciones aprendidas
El protagonista de esta historia no logró su objetivo: ni carnet de conducir ni anonimato. Lo que sí consiguió fue quedar en los registros de la policía y como ejemplo de lo que no se debe hacer. Una lección que, sin duda, resonará en futuras sesiones de examen.
Y para quien aún busca una forma de superarse: estudiar, prepararse con honestidad y seguir el camino legal son las únicas “trampas” que funcionan a largo plazo.