De la IA al Sueldo Universal Elevado: Musk, Altman y el nuevo paradigma de la riqueza

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Elon Musk vuelve a hablar del tema, pero esta vez con un cambio de tono—y quizás, de paradigma. Ya no se trata solo de “Ingreso Básico Universal”. Ahora lo llama Ingreso Universal Elevado. En su intervención reciente en el Foro de Inversión Arabia Saudí-EE.UU. en Riad, Musk lo dijo sin rodeos: “No será básico, será elevado.” Y en esa sola palabra se esconde un giro cultural de proporciones gigantescas.

Porque cuando Musk habla, lo hace no solo como empresario, sino como vendedor de futuros. Si antes soñábamos con garantizar la supervivencia, ahora el sueño apunta más alto: garantizar abundancia. Pero no solo para unos pocos, sino para todos.

La idea es clara: si los robots y la inteligencia artificial producirán todo—y lo harán—entonces la riqueza puede y debe redistribuirse de forma sistemática. El trabajo deja de ser obligatorio, de ser una servidumbre moderna. El tiempo humano regresa a ser verdaderamente humano. No como un favor, sino como un derecho. No como subsidio, sino como dividendo por existir en una sociedad post-laboral.

Y sí, la palabra “elevado” es clave. “Básico” suena a administración de pobreza, a supervivencia mínima. “Elevado” transmite promesa, estatus, ambición. Es lenguaje estratégico. Musk lo sabe bien: si quieres cambiar el mundo, primero tienes que cambiar cómo lo nombramos.

Una visión que hasta hace poco parecía ciencia ficción de Silicon Valley, hoy se está probando en distintas partes del mundo. En Finlandia, un experimento con ingreso básico demostró mejoras no solo económicas, sino en bienestar mental y participación social. En Kenia, el proyecto GiveDirectly entrega ingresos incondicionales a comunidades enteras, con resultados prometedores: mejor salud, más emprendimientos, menos criminalidad.

Pero quizás el excedente más revolucionario no sea económico, sino cognitivo. Sam Altman, CEO de OpenAI, no se queda en palabras: impulsa Worldcoin, una criptomoneda pensada para ser distribuida globalmente a cada ser humano. Un ingreso básico global, financiado—idealmente—por la propia IA que está reemplazando trabajos humanos. Altman es tajante: “La IA generará un excedente económico masivo. Tendrá que compartirse.”

En Finlandia, un experimento con ingreso básico demostró mejoras no solo económicas, sino en bienestar mental y participación social

Mark Zuckerberg, en su discurso en Harvard, defendió la idea del ingreso básico como forma de dar a todos “una red de seguridad para poder probar cosas nuevas”. Para él, la innovación no debe ser solo para los que ya tienen tiempo y dinero. Necesitamos una base común. Mientras tanto, Richard Branson calificó el ingreso universal como “una propuesta fascinante que merece explorarse”, y Pierre Omidyar, fundador de eBay, ha financiado proyectos piloto en varios países.

¿Pros y contras? Por supuesto.

Los pros son potentes: reducción de la pobreza extrema, menor estrés social, más creatividad y una vida más humana. Una generación entera podría salir de la trampa de “vivir para trabajar” y reencontrarse con el sentido a través del tiempo, las relaciones y el crecimiento personal.

Pero los contras también pesan. ¿Cómo financiar un Ingreso Universal Elevado de forma sostenible? ¿Puede realmente escalarse más allá de experimentos locales? Y si nadie necesita trabajar, ¿quién querrá hacerlo? ¿Desaparecerá la ética del trabajo o se transformará? También existe el riesgo del desapego psicológico y el lado oscuro de la abundancia. La libertad podría venir acompañada de nuevas formas de control blando, especialmente en un mundo hipertecnologizado.

Una cosa es segura: ya no es una idea marginal. La creencia de que la riqueza generada por máquinas debe redistribuirse está ganando terreno—no solo en cumbres tecnológicas, sino también en laboratorios de políticas públicas y foros internacionales.

¿Estamos ante el fin del trabajo tal como lo conocemos? ¿O simplemente ante otra fantasía futurista, pospuesta una vez más?

Sea como sea, conviene prepararse. Porque si el futuro va a ser elevado, más vale imaginarlo ya. Debatirlo, cuestionarlo, construirlo—con la mente, pero también con el alma.